Suele ocurrir que, aunque nos encante el sitio donde vivimos, tenemos siempre otro lugar donde nos sentimos arropados aunque sea la primera vez que lo pisamos y te vas donde quieres ir como si hubieras recorrido ese camino tantas veces que lo haces mirando al suelo, como el que está llegando a casa...
Llevaba toda mi vida queriendo ir a Polonia. La gente me preguntaba ¿qué se te ha perdido tan lejos? ¿ pero allí hay algo? Y vaya si lo hay.
Varsovia es una ciudad en la que se respira un ambiente especial. Una ciudad que a pesar de haber sido maltratado por el tiempo y por las guerras ( el 85% de la ciudad fue destruida como represalia por los nazis tras el levantamiento de Varsovia de 1944 ) se erige como si el tiempo se hubiera detenido hace siglos.
Esta es la personalidad del pueblo polaco. A pesar de haber sido pisoteados inmisericordemente simplemente se levantaron y, sin ninguna sed de venganza, se dedicaron en cuerpo y alma a reconstruir su ciudad tal y como estaba, como si nada hubiese ocurrido en aquellas calles. Para esto, como si de los más sencillo del mundo se tratara, recurrieron a las pinturas de Canaletto ( Bernardo Bellotto S. XVIII) y reutilizaron los materiales originales siempre que fue posible; ladrillos y elementos decorativos, rescatados de los escombros, se insertaron en sus lugares originales a la vez que los edificios tomaban los colores de esos cuadros de hacía un par de cientos de años.
Después de ese trabajo de reconstrucción y, como homenaje al pueblo polaco, se erigieron dos monumentos. El primero, el monumento a los héroes del gueto y el segundo la estatua de "el pequeño insurgente", en representación a uno de los niños que sacrificaban su vida para escapar por debajo de los muros del gueto para conseguir alimentos y que fue descubierto por los alemanes y asesinado en ese mismo lugar. En "El pianista" de Roman Polanski hay una escena que describe este hecho.
También se han mantenido algunas calles con algunos edificios, rehabilitados prácticamente sólo para que se mantengan en pie, en los que como un aviso gigante, se pueden ver los agujeros de las balas por toda la fachada y en cada ventana las fotografías de las familias judías que una vez las habitaron.
La "ciudad vieja" es una fortificación con un sinfín de estrechas calles medievales y con casas de piedra y carteles metálicos a modo de banderas para identificar los pequeños y antiguos comercios. Encanto puro y duro.
Estas calles te llevan a la "Rynek Starego Miasta", la plaza del mercado, donde unas contra otras se agolpan las casas de colores rodeando una estatua de la Sirenita, símbolo de Varsovia. Cuenta la leyenda que un pescador llamado Wars se casó con una Sirena llamada Sawa, que le mandó fundar una ciudad que se llamaría Warszawa (Varsovia en polaco). Desde entonces esta sirena con una espada y un escudo en sus manos sería la protectora de la ciudad.
El encanto que surge de la combinación de los cafés que allí se encuentran y los retratistas que ofrecen allí sus obras durante las mañanas es impagable.
El camino te lleva al Palacio Real, otro edificio impresionante en una explanada abierta en la que, donde hasta la vista nos alcance, veremos un monumento tras otro, ya sean iglesias,la Columna Zygmunta levantada para conmemorar al rey Segismundo III ( que casi toca el cielo) o el propio Palacio Real y la oportunidad para enfilar otro camino increíble, la Ruta Real, que nos lleva hasta la Universidad de Varsovia y más adelante el monumento a Chopin.
Podría pasarme horas y horas escribiendo sobre Varsovia y sólo he hablado una pequeña parte de la ciudad y de su historia.
Supongo que cualquier ciudad te produce una sensación especial cuando paseas por sus calles de noche. Lo mágico de Varsovia es que te produce esa sensación en todo momento.
¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!
Hace 4 años