"He tenido que decirle las cuatro palabras que le han roto el corazón: 'Papá no puede venir'"
Como ocurre tantas veces, unos pocos suelen decidir el destino de todos y, aunque por lo paralelo de las historias pudiera parecer, este post no trata sobre política.
Trata ni más ni menos que del tema de los controladores aéreos. Unas personas cuyo sueldo base es de 600.000 euros anuales ( a esto añádanle como en cualquier otro trabajo pluses, complementos, horas extras… ) y que han tenido el valor de colapsar una de las épocas más importantes para miles y miles de personas.
Dicen que cada persona tiene una historia y entre tantas, siempre se te ocurre imaginar la vida de algunas personas que ves tirada debajo de los asientos de un aeropuerto. Gente que, con la crisis, no ha podido irse en verano 15 días de vacaciones y ahora tenía 4 para poder descansar, otros que simplemente iban a casa a ver a la familia, o lo más sangrante de todo, gente que necesita hacer viajes de urgencia.
Quizás el caso más llamativo y frustrante era el de una madre que tenía que viajar desde Canarias a Málaga para hacerle una operación a su hija de 5 meses que tiene un cáncer de estómago. ¿ Quién tiene el valor de ponerse delante de esa madre y decirle que lo va a perder todo porque unos cuantos no tienen suficiente con 100 millones de pesetas al año?
Lo más gracioso de todo esto son las justificaciones de los controladores, alegando que no son “reponedores del pryca” y que de ellos dependen vidas humanas. Que pregunten a los médicos de urgencia por ejemplo. Turnos de hasta 31 horas encerrados en algún centro de salud perdido en mitad de la sierra por poco más de 2.000 euros al mes.
Aparte de esto hay que contar que estas “mini” vacaciones iban a dar trabajo y a arreglarle el desaguisado a muchos trabajadores del turismo que ven como se escapa su último tren del año sin haber parado en la estación.
Estos impresentables han jugado con los sueños, necesidades y vidas de miles de personas , por eso, esos 2.400 controladores deberían convertirse en 2.400 despidos por una falta total de responsabilidad y por alterar gravemente las circunstancias de todos y, a los instigadores, que siempre hay alguno más “echao p’alante” pues unos añitos a la sombra, porque ya sabían que podían contar con eso si llegaban a hacer lo que han hecho.
Todo esto se podría resumir en algo tan simple como lo que vi hace unos días en el telediario:
Reportera: triste ¿no?
Viajero: triste no ¡ hasta los cojones !
¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!
Hace 4 años
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