Es curioso como, a veces, algo que en principio es un regalo, con el tiempo se convierte en la más terrible de las maldiciones.
Cuando eres joven quieres aprovechar el tiempo al máximo, el sueño más ligero jamás visto y la practicamente nula necesidad de dormir eran una bendición, que no te preguntabas cómo habían llegado hasta tí, pero tampoco reparabas en lo que acarrearían.
solía reirme de esas personas que se duermen y ya puede caerles una bomba a escasos centímetros de la cara, que simplemente se darán la vuelta y seguirán roncando.
Yo no tengo esa suerte. Con el tiempo todos envejecemos y cualquier persona se cansa más a lo largo del día, estás hecho polvo y sólo quieres descansar. Pero las cosas han cambiado, y entonces surge la tragedia.
Un niño es un pequeño ser con esa capacidad de dormirse un segundo después de haber dado el grito más aterrador que se ha escuchado nunca en mitad de la noche, pero yo no. Noche tras noche espero el momento en el que se oiga ese grito, o un "papá" desconsolado porque no encuentra el agua en la oscuridad o simplemente porque en el fragor de los sueños en un mal giro se ha dado un cabezazo con el cabecero de la cama.
Y cada noche es igual. Cada noche cuando me acuesto miro el reloj color rojo sangre proyectado en el techo (algo no muy acertado eso de tener el reloj delante de tus ojos toda la noche para alguien como yo ¿ autocastigo quizás? ), nervioso, calculando, intentando convencerme de que esta vez ese grito no será media hora después de haberme acostado, y podré, al menos, haber llegado a conciliar el sueño.
Porque después no hay vuelta atrás. La noche está rota. No entiendo cómo, estando cansado, con sueño, es imposible dormir. Y sabiendo que quedan varias horas para amanecer... los días que hay suerte sólo un par. los días jodidos más de las que duerme de media una persona al día. La maldición está echada.
Ya lo dice Rumplestiltskin, que toda magia conlleva su precio. Lo que antaño fuera algo fantástico, ahora se ha vuelto mi mayor terror. Y se repite cada noche, y se repetirá hasta el fin de los días, porque cada día irremediablemente lleva su noche.
Al menos sé que cada una que pasa me quedan menos para esas "mil noches en vela" que le cantaba Sabina a Chavela Vargas en el Boulevard de los sueños rotos, y si eso me hace tener su espíritu... que pase el siguiente.
¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!
Hace 4 años
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